El intento de asesinar a la figura del alcalde hizo saltar todas las
alarmas. Una púa gigante quedó incrustada apenas a 5 centímetros de la cara del
león, clavándole la melena en la pared.
La multitud que asistía al meeting de nuestro felino alcalde corría
despavorida en forma de estampida, nunca mejor dicho, animal. El revuelo sirvió
para camuflarse al asesino que decidió abortar la misión. Parecía el escenario
perfecto para encontrar dos buenos detectives.
A la mañana siguiente, el chirriante sonido de una llamada despierta a
nuestros dos protagonistas. Provenía directamente del Ayuntamiento de New Pork,
donde reclamaban su ayuda para salvar la ciudad.
Creo que es el momento de presentar al dúo de detectives más efectivos del
Estado. Nuestro individuo más delgado y alto responde al nombre de Pitt. Aunque
la inteligencia no es su fuerte, tiene gran agilidad y destreza con las armas.
El segundo y no menos importante es el rechoncho Paul, la mente pensante. Pero
lo mejor y lo que hace únicos a estos dos personajes, es que son camaleones,
los reyes del camuflaje. Si a esto se le une su amplia visión, gracias a sus
ojos de movimientos independientes, siempre son la pareja preferente.
Estos compañeros habían resuelto todos los casos, excepto uno que seguía
rondándoles la mente, la muerte del presidente. Ocurrió hace 5 años, cuando el
presidente elefante sufrió un accidente en el puente Dolphin, precipitándose
hacia el mar. Se consideró como lo que parecía, un accidente. Pero nuestros dos
astutos inspectores pensaron diferente y perdieron 2 años de su vida intentando
averiguar qué ocurrió esa mañana en el puente.
La coincidencia entre los dos sucesos hizo que el interés por resolverlo se
incrementara exponencialmente. Por eso, sólo 20 minutos después de la llamada,
Pitt y Paul se presentaron en el despacho del alcalde.
El león estaba muy enfurecido, nada usual en él, ya que siempre se mostraba
al público de forma elegante y majestuosa. Pero esa mañana perdió los estribos.
Hacía correr al miedo. Por suerte los camaleones aguantaron la tempestad hasta
que el felino recuperara la cordura. No había nada más que decir, sólo que
encontrara a los culpables.
Como buenos y listos detectives que eran, lo primero que hicieron fue
visitar el lugar de los hechos. Allí la gente no se atrevía ni a pasar por la
plaza, todavía no habían quitado el estrado de la conferencia, incluso se
podía ver el agujero de la púa en la pared. Entonces un pequeño chiguagua se
acercó hacia ellos.
- ¿Qué quieres? le dijo un poco molesto Paul.
- ¿Sois policías? Yo es que estuve presente en el atentado de ayer y quería
contar lo que vi. Contestó.
- Pero si entre tanta gente tú sólo verías pezuñas y patas. Dijo Pitt
mofándose de su estatura.
- No señor, porque decidí subirme a aquella fuente para verlo sin que nadie
me pisase. Afirmó el perro con cara avergonzada.
- Lo siento, señor Chiguagua. ¿Qué es lo que nos quería contar?
- Cuando logré alzarme por encima de todas las cabezas, vi como desde el
balcón opuesto, se asomaba una masa cargada de pinchos. Era horripilante, por
lo que no dejé de observar. Al minuto, arrojó una enorme púa a gran velocidad
contra nuestro alcalde. Y eso fue todo. De lo demás sólo recuerdo que me pisasen
muchas veces.
- Muchas gracias, nos ha servido de gran ayuda. Dijo Pitt agachándose para
estrechar su mano.
La conversación iluminó la mente de Paul, que rápidamente se desplazó al
depósito de pruebas donde se hallaba el arma utilizada. Cuando la vieron, no
dudaron en que ésta provenía de la espalda de un puercoespín.
Sin esperar ni un segundo, buscaron en la base de dato algún puercoespín
que tuviera antecedentes y por suerte, sólo encontraron uno. Todavía no había
pasado ni dos horas y ya tenían al asesino. Rápidamente se presentaron en la
vivienda del puercoespín y derribaron su puerta.
El golpe asustó al punzante roedor que disparó sus púas a los cuatro puntos
cardinales. Corrió hacia la puerta trasera, mientras que Pitt le siguió y Paul
daba la vuelta a la casa por el exterior. Cuando fue a abrir la puerta, Pitt
lanzó su larga lengua sobre él atrapándolo, y a la vez pichándose toda ella.
Del mismo dolor lo soltó tras derribarlo, pero lo distrajo lo suficiente para
que Paul llegara por atrás y lo encañonara con su pistola.
Tras esposarlo e interrogarlo, el malvado puercoespín terminó cediendo al
chantaje. Dijo que él sólo era un mandado, una pequeña pieza del jeroglífico.
Afirmó que sus clientes querían una reunión para que le explicara que había
salido mal y cómo arreglarlo.
Entonces Paul le prometió una condena justa por su ayuda, pero tenía
asistir a dicha reunión como señuelo. Sólo ellos le acompañarían, nada de
policía. Éste accedió rápidamente, que otra opción le quedaba.
Cuando el sol se escondía entre los grandes rascacielos y la oscuridad
natural se veía eclipsada por tanta luz artificial, el puercoespín se dispuso a
entrar en uno de los hoteles más importantes de la ciudad. Enchaquetado y
nervioso tomó el ascensor hasta la suite presidencial.
Los doble P, que era como le llamaban popularmente, le seguían pasando
totalmente desapercibidos. Pitt decidió escalar exteriormente hasta llegar a la
habitación. Por el contrario, Paul iba vestido como un rico empresario y la
verdad es que era de lo más creíble.
En la puerta de la suite había dos perros de seguridad de gran tamaño, que
al ver al puercoespín, le dieron paso inmediatamente. En el interior se
encontraba los animales más influyentes de New Pork:
El cerdo, que engordaba sus bolsillos controlando toda la comida rápida. La
araña, dueña y señora de la mayor parte del mercado textil. El águila, reina
del monopolio de transporte aéreo. El cocodrilo, el comisario inspector del
cuerpo de policía. Y lo más oscuro de los suburbios, formado por la rata, líder
de muchos negocios turbios como las apuestas y las drogas; la serpiente, que se
dedicaba al mundo de la prostitución y clubes de ocio; y por último y
presidiendo la mesa desde las tinieblas, el gran tigre.
El puercoespín temblaba como anguila en el mar. El tigre con mirada fría y
tenebrosa le dijo:
- Por qué no te sientas con nosotros y hablamos.
Éste se sentó sin hacer el menor ruido.
- Explíquenos por qué ha salido todo mal. ¿POR QUÉ NO ESTÁ MUERTO? Gritó el
cocodrilo.
Con voz temblorosa, el puercoespín contestó:
- Lo siento, pero estaba muy lejos y con tal potencial era muy difícil
acertar.
Al mismo tiempo, Pitt ya se encontraba asomado por el balcón, quedándose
atónito por la verdad que estaba recopilando, hasta un jefe suyo había sentado
en aquella mesa. Mientras tanto, Paul decidió comenzar con el espectáculo,
llamó a dos sexys perritas con un poco de chocolate para que aparecieran en el
ascensor y distrajeran a los guardianes. El calor y lo prohibido les nublaron
la mente y de repente, estaban bajando hacia la planta baja. Vía libre para el
camaleón verde.
Abrió la puerta con sigilo y lentamente fue adentrándose por el pasillo,
hasta llegar a la habitación principal. Allí los ánimos se estaban caldeando,
por lo que Paul decidió llamar a los refuerzos y ver cómo surgía todo.
El cocodrilo veía como solución matar al puercoespín y dejar que las cosas
se tranquilicen. El tigre quería darle un ultimátum y que terminara el trabajo,
y los demás lo único que hacían era echarse cosas en caras unos a otros. Mientras
tanto, el puercoespín estaba aterrado y muy nervioso. Entonces el cocodrilo
sacó una pistola y apuntó a la cabeza del puercoespín diciendo:
- ¡TIENE QUE MORIR!
En ese momento, Paul salió de la oscuridad gritando: ¡TODOS AL SUELO!
Asustando a toda la sala y principalmente el puercoespín que con la tensión
disparó inocentemente todas sus púas, mientras el cocodrilo disparó su arma.
Pero la suerte no estaba del lado del policía. Una gran espina le había
atravesado la garganta mientras miraba al detective. La rata también quedó
herida en la pierna, mientras el águila intentó volar y se chocó con una gran
lámpara de araña, que irónicamente vino a caer en la alimaña de su misma
especie.
Otro que no tuvo mucha suerte fue el mismo Paul, ya que una de las púas le
alcanzó su brazo derecho. Tirado en el suelo de la habitación, contemplaba con
dolor como quedaban ilesos el cerdo, la serpiente y el tigre.
El cerdo no paraba de llorar, mientras que el tigre pasó de un estado
temperamental a ser la mismísima cara de la muerte. De la rabia se ensañó con
el cerdo, alimentando más su odio. En pocos segundos, el cuerpo inerte del
omnívoro fue devorado. A su vez, la serpiente se desplazó lentamente hacia
Paul, enroscando su largo cuerpo alrededor de él.
En el momento en que la tenía
frente a frente, mirándolo a los ojos, tocándole la frente con su lengua
bífida, Pitt rompió el cristal de la ventana y enrolló su lengua en el cuello
de la serpiente, alejando ésta del cuerpo de Paul y acercándola hacia él.
Acabaron enzarzándose en una dura pelea entre ellos.
Paul respiró como pudo mientras intentaba coger su pistola que se
encontraba a tan sólo medio metro, cuando el tigre de un zarpazo la apartó lo
suficiente. Se acercó hacia él susurrando:
- Este es tu fin.
Paul asimiló que pronto saludaría la muerte cuando, de repente, estalla la puerta de la habitación y se llena de valerosos policías liderados por el oso, Comisario General de la Policía de New Pork. Rápidamente encañonan al tigre y a la serpiente, para la alegría de nuestros camaleones.
Los arrestan y se lo llevan mientras el resto de los
policías aplauden sin cesar a Pitt y Paul que se encontraban heridos y
magullados, pero sonrientes. La habitación estaba completamente manchada de
sangre y muerte, pero la ciudad lucía más limpia que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario